domingo, 22 de febrero de 2009

Jardín

En un sitio lejano cuyo nombre verdadero nadie conocía, había un pero plantado en un jardín.
Era un pero hermoso y orgulloso, pero nadie sabía porque no daba frutos.

En sus hojas no visitaban ni descansaban los rocíos, era un árbol hermoso pero triste.

Un día, llegó un pavo real, le brindió su mejor sonrisa, una sonrisa que dulcificó el aire del entorno del pero y le dijo al árbol:

"Hola, sr. pero. ¿Cómo estás?
"Bien, sr. pavo real. Me alegro mucho verte, me encanta ver alguien con tan buen humor como tú por la mañana."
"Eres el primer pero que conozco, quiero anidar en tí."
"A ver, eso es demasiado rápido. Además, yo no doy frutos, así que es posible que prefieras elegir otro árbol como hogar."
"Que no, estoy seguro, conmigo cerca estoy seguro de curarte."
"Pues no estoy tan seguro yo, prefiero estar solo. ¿Sabes? un abedul acaba de dejarme solo y no quiero compañía"

"¡Que sí, ya lo verás!"

Atontado y sorprendido al ver la insistencia del pavo, no sabía qué responder.
Así el pavo real hizo su nido junto al árbol, y maravilló al pero con su plumaje exótico, sus movimientos elegantes y su canto único. No obstante, adelgazó el pobre pavo real porque le encantaba todo lo dulce, y estando cerca del pero sin frutitas, lo pasó muy mal al principio, perdió peso pero seguía allí.

"Véte, no quiero ser tu compañía, estás cogiendo mis hojas y ramas, pierdo mi savia y tú estás más delgado, véte, por favor, te lo ruego."

Oyó esto se entristeció el pavo real, quería mucho al pero, quería amarlo y anidar en él. Viendo la actitud del pero, no quedaba más remedio que irse, se marchó.

Se fue con sus amigos pollín, mago e hipopótamo a buscar la piedra mágica para olvidar el rechazo cruel del pero. Se hizo daño al caminar 25 horas al día.

Desde lejos observaba todo el pero, sintió un dolor intenso en sus venas al ver caer el pavo y sacó sus raíces de la tierra, ¡se puso a correr tras el pavo real!

Lo abrigó con sus follaje, si tuviera manos, lo macería en sus brazos, lo acariciaría. Pero todo lo que pudo dar era abrigarle con su follaje.

Eso no era suficiente, y se notaba.

El estar juntos no era bueno ni para el pero, ni para el pavo real. Al ceder pero, perdió mucha savia y se debilitó, perdió su gracia y se puso melancólica:

"¿Dónde están los principios de mis ramas?"
" Pues allí, junto a tu tronco, no?
" Creo que más bien empiezan por mis manos...¿Conozco mi propio cuerpo?"
"Piensas demasiado, pero estamos bien los dos, ¿no?

El árbol estaba cada día más seco. Algo no iba bien.

A pesar de todo, ocurrió algo curioso, empezaba a dar frutas: eran pequeñas pero muy dulces. Se puso la mar de contento el pavo real:

"¡Ves, te dije, te iba a curar! ¡Tengo razón! "

Con esas frutitas el pavo real ganó peso y se volvió más bello y más dominante, ¡pero vaya follón!
Iba a comprar al mercado del enano y acumulaba muchas cachivaches encima del pero.

El pero, sintió amor al pavo real, sabía que no iba a durar mucho más así.

Pero, tan cargado con sus copas, apenado no poder mirarle bien a los ojos del pavo, bailar y pasear con él, un día, se convirtió en una pava real.

Era un esfuerzo muy grande, el pero le gustaba apreciar la tranquilidad y la elocuencia del viento, no le gustaba el ruido ni tantos movimientos de pantallitas.

"¿Podría compartir alguna vez la serenidad con el pavo?" Se preguntaba a menudo.

Pero quería amarle con todo su corazón, porque así, fue lo que él deseaba.

¿Querer, no era el principio y el fin de todo?

Para pero, ese deseo del pavo, era puro y conmovedor.

Entonces, ¿No iban a ser felices juntos, siendo por fin de la misma especie?

A ver.

¡Pero se convirtió en una pava real, cuando el pavo real se convirtió en un pero!

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